miércoles, 18 de febrero de 2015

Son sones del sol.

Hay una mancha de sangre en el cielo,
por el sol, dicen, cuando hiende
su brillo al sonar el son postrero.

Mas esta no es sangre en la nieve
que vierte el soldado yerto
cuando deja de vivir y muere.

Diría que derrítese el invierno,
que el final dio la vuelta y viene
el victorioso cantar primero.

Diría, si el fulgor no miente,
que son las brasas del brasero
proyectando ser fulgentes.

Me diría, si fuera farolero
que un par de chispas quiere
el aceite iniciador del fuego.

Otros dicen que las artes venden
mil teorías dominando el tiempo
y viendo vida siendo muerte.

En hacerme, pues, artista pienso
y trascender a los que tienden
a dar por hecho un solo aspecto.

Diré que el sol tanto amanece,
estoico, con placer sufriendo,
como se esconde y anochece;

que no es por morir más bello
ni cuando nace se merece
un mirar mucho más tierno.

Diré que el sol firme hiende
su brillo de colores en el cielo
ya sea este roca o sea nieve;

que le adoro al son primero
y tanto igual mi ser le quiere
al resonar el son postrero.

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