viernes, 13 de marzo de 2015

Ese motivo...

Siento que se va, que no hay.
Ese "por qué" ese "algo",
esa ilusión,
esa ambición,
esa voluntad se desvanece,
y me transforma despreciable
en el peso del bastón
de mi autoestima.
Y no soy yo, y yo no soy,
y me dicen: "No eres tú",
-tú hacías esto y aquello
y lo otro.
Y te lo marcan con un sello
candente;
agobiante.
Y cambias, y reaccionas,
y no tienes motivos para creer
y no soportas que nadie te moleste.
Estás arisco y se marchan
de tu lado.
Haces y te arrepientes
de tu enfado.
Y te gustaría ser otro,
y no haber empezado,
y volver a empezar,
y volver otra vez
a comenzar.
Porque bien sabes lo que haces
y no debes
pues te obligas a evitarlo
y lo mantienes.
Y hay días que el mal humor,
que el sueño, las ganas...te destruyen.
Y todo por la maldita motivación
y todo por eso...
Todo porque nada te incita
a creer en la ilusión,
y todo sigue en constante cambio
por más que lo evites...
por más que suspires...
cambia y cambia y cambia
y te quedarás sin nadie,
sin agilidad, sin amistad,
y se desvanecerá tu existencia,
y desaparecerá la esencia
de tu voluntad.


domingo, 8 de marzo de 2015

La prueba.

(A Guillem Chiner, pel seu aniversari)
En dieciocho ocasiones
han resonado en el Olimpo
los vítores de los dioses
celebrando que su hijo
ha superado con honores
el devenir de la ardua prueba
de vivir, de ser un hombre
hasta el fin fiel a su esencia.
Tres por seis es la medida
de la inquebrantable armadura
con la que se protege de la vida
y evita ser su prostituta.
Su mente es virgen de la liga,
libre como la corte de la luna
y, como el hermano de Artemisa,
luce y es deslumbrantemente pura.
Semidiós de trágico arte,
que esculpe la vida a versos,
a golpes de furia tonantes
como Zeus sacudiendo el universo;
humano captador de cada instante,
trasciende con su palabra al tiempo;
eterno librador de combates:
de mente volátil, de férreo cuerpo.
¡Seduce a las Musas! ¡Domina las artes!
¡Serás el poeta que esgrime sus versos!

miércoles, 4 de marzo de 2015

Refranes...




Una vez oí aquello que dicen los ignorantes,
eso de que los refranes son forma de esconderse
de la posible falta de expresión con palabras
sin caer en tradicionales dichos que, a veces,
aquel maestro repudiaba.



Y yo quedé perplejo al haber comprobado
que realmente esas palabras del pasado
tan solo decían verdades y que nunca jamás
se equivocaban.



Pero aún más a mi favor fue cuando
me crucé, estudiando, con una intrépida docta
tratada de “garrula” por su procedencia autóctona,
de la apartada Andalucía.



Ella en sus clases relucía y hacía ostentación
de conocer, a parte de historia, dicciones sabias,
por ser contraria a lo melifluo y pusilánime
de aquellas flojas y desnutridas labias.



Cuando hablaba de guerras lo hacía
evocando al gran animal con trompa
arrasando una cristalería.



Cuando hablaba de la España muerta,
la hacía isla que salía a flote, con el capote
de un mar de mierda.
Y si decía políticos faltos de arte,
los hacía como Adán buscando madre
recitando poseído:



¿Mamá, donde estarás para curar el dolor
que me causa esta china sin amor
que se ha clavado en mi destino
y no quiere salir del zapato
que me pongo en honra de Padre
por el día que descansó agotado
tras crear tal jardín parisino?



Y esos políticos perdidos,
oyeron una voz potente y canija en lo alto
sonando grave tono de repente:
Jamás mates tal requeté tradicional
metido en guerra con tu pie
voluntariamente,
porque bien sabes hijo:

Si vas contra corriente,
serás honrado y serás valiente,
pero te pisarán como una serpiente.



martes, 3 de marzo de 2015

Sátira a un señor.

Señor, esta libre sátira presento
para aplicar sobre su cara
unos cuantos sucios versos.

En primer lugar, caballero,
hablaré de lo que nadie habla:
de su ánimo grosero,
de sus inútiles batallas,
de sus ¡ja! impotentes armas
y de su enfermizo cuerpo.
Está hecha de humo su barba
que, como dije, es de olor negro
por el hedor de sus vicios férreos
ascendiendo por su garganta.
Sería llamado dragón, señor,
si vergüenza no diera su talla.
¿Voy bien, amigo? ¿Se enfada?
Tranquilo, no se prenda fuego.

Pasaré al segundo punto, ¡en guardia!
Leyéndole aprendí que nada leo
al leer tantos vocablos prisioneros
de la ineptitud con la que atrapa
y tortura el concepto de lo bello.
Confunde la pluma con la espada
y con sus estocadas se desangran
los ojos que se atreven a leerlos;
se desangran tanto ellos como el alma.

Otro punto trataría, caballero,
pero es ya perder el tiempo
tratar de ilustrarle su ignorancia,
su no-ser, su bajeza y el esperpento
que supone el mirarle a la cara
y ver en ella, putrefacta, condensada
la misera que contiene un mundo muerto.

Calderón de la Patera.

Melena, bigote, barba, cogote,
pelo, cipote, Sancho Quijote,
listo, farsante, loro, pedante,
desengañado por su greña
y lector empedernido de Dante,
de poca memoria y poco talante.
Letras de mugre, tempestas lúgubres,
de alas de azufre, palabras cutres,
que escribe, define y defiende, queriendo ser poeta; concibe
una vida de quiebro
y poemas de entuerto,
trompas de elefante
enredadas
y poco elegantes, que emite,
entre cajas de libros,
entre zapatos de mitos,
que son ante su lente
y serán como persigue
sus amantes.
Amantes de fuego,
de agua de lava,
lava apagada
por el frío deleite
de dicciones de aceite
que resbalan y embalan
cualquier sentida hada
de ellas sonsacada.

jueves, 26 de febrero de 2015

Una hora más

Sólo una hora más
simplemente una hora.
Si el día tuviese veinticinco horas...
Vuelco en mi vida diaria
pasando de corta a larga,
pero sólo sesenta minutos.
No más.
Un largo y polémico debate
pensando en la ocupación
de ese nuevo tiempo
que tendría.
Antes tendría mi muerte
con la impresión de vida corta,
de  vida antigua,
vida efímera
lenta.
Pero el día tendría veinticinco horas,
tres mil seiscientos segundos
sesenta minutos,
multiplicados por los posibles días de mi existencia
dan un total de infinitas vivencias
nuevas
un total de imposibles situaciones
con ella.
Solamente si el día tuviese veinticinco horas,
sólo una hora más.
Una vuelta más a la afilada aguja
que nos pauta el final.
Veinticinco horas
sesenta minutos:
no más,

miércoles, 25 de febrero de 2015

Calla, calla.

¿Qué se siente cuando sabes,
con tu título en la mano,
que no enseñas sino aprendes
del desatento alumnado?

Tus palabras son berridos
no entendidos por humanos;
nada dices que se acerque
al interés del ilustrado.

Calla, calla tu ignorancia;
el silencio es un regalo
cuando tu voz es emisora
de la más absurda radio.