sábado, 14 de febrero de 2015

Silencio.

El silencio me absorbe
la soledad me estremece
el aire vacío mece
la cuna que me adormece
sin cesar.
Estando yo aquí en mi casa sentado,
aniquilada mi potestad social,
omnipresencia de la ausencia terrenal,
en mi morada solo se oye el triste vado.
Intento buscar refugio en la lectura
obligada
pero no encuentro el éxtasis sobre natura
dibujada.
Abandono aquel libro triste de mis manos
para pasar a mi locura,
en que suelo borrar mis sentimientos entintados
por los restos de la pluma astillada
que deja el flujo con soltura.
Y tampoco me es suficiente para mí,
yo mi me conmigo eternamente aquí,
abrasándome el calor transparente,
aniquilándome la brisa seca, ruin,
aburriendo hasta mi infinita mente
que no encuentra refugio exterior
para vivir.
Me quedo finalmente postrado
en la cama que tantas veces pasé tumbado
sin poder conciliar la noche.
Me quedo sobre ella recostado
con la  única compañía del brillo de mi teléfono
que deja sobre mi cara tan pálido tono,
tono de tristeza mezclado con melancolía
tono de cerveza untado con cromatina,
escribiendo,
estas dulces palabras que han de ser leídas
por mí una y otra vez sin parar
hasta que el pesar de mi cuerpo fugaz
decida tomar de él el gran peso
y le haga hundirse profundamente ,
 poco a poco flotando lentamente;
abandonando.
Hacia el fin va mi día sombrío y eterno,
que me dejó marcado e inmerso;
hasta que por fin lo saqué tecleando
sobre aquella dura pantalla táctil,
estos versos.

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